Quería estar conmigo. Y yo, con él. Parecía así de simple.
Al poco tiempo, estábamos juntos. Por fin, juntos de verdad.
Solo que no fue el cuento de hadas que yo había esperado.
Porque los chicos cambian.
Mienten.
Te pisotean el corazón.
A fuerza de desengaños, descubrí que ni los cuentos de hadas ni el amor verdadero existen.
Que el chico perfecto no existe.